Sobra decir que todos pecamos de comer cuando no tenemos hambre, ya sea tomando tentempiés a deshora o repitiendo plato cuando ya estamos llenos. Las razones que nos llevan a hacerlo varían, pero es algo que ocurre con bastante frecuencia.
El cuerpo nos avisa de cuándo comer y cuándo parar. Las dos hormonas responsables de mandar las señales son la grelina y la leptina.
La grelina es la que avisa de que tenemos hambre, mientras que la leptina es un supresor del apetito que avisa al cerebro de que ya estamos llenos.
Estas hormonas dependen la una de la otra, pero hay personas que desarrollan resistencia a la leptina. Por si esto fuera poco, hay quienes tardan hasta 20 minutos en recibir la señal de que ya están llenos.
Comer sin hambre puede influir negativamente en el nivel de azúcar en sangre, sobre todo si se consumen alimentos altamente procesados.
Comer estos alimentos puede hacer que el azúcar en sangre se dispare y que, por lo tanto, suframos un bajón que nos haga sentirnos amodorrados y malhumorados.
Pero estos picos de azúcar en sangre y, por tanto, de insulina, pueden provocar otros problemas de salud como la diabetes tipo 2.
Comer más aumenta la ingesta calórica y, por lo tanto, puede dar lugar a una subida de peso (sobre todo porque la mayoría solemos consumir alimentos altos en calorías).
Por ejemplo, esto es algo que suele ocurrir cuando estamos distraídos (p. ej. viendo un partido o una película) y nos bajamos una bolsa de patatas fritas o un bote de helado sin ni siquiera darnos cuenta de que ya estamos llenos.
En la digestión influyen los procesos tanto físicos como mentales. Oler y mirar comida es más que suficiente para desencadenarlos.
Cuando no estamos relajados o no prestamos atención a lo que comemos, el sistema digestivo puede no liberar las enzimas necesarias para procesar los alimentos que estamos a punto de consumir, lo que puede hacer que nos sintamos incómodos.
De hecho, tener la mente en otro lado cuando comemos puede llegar a hacer que la digestión sea un 30% o un 40% menos eficiente, según el Brigham and Women's Hospital.
Lo que comemos también afecta al estado de ánimo, por lo que consumir alimentos reconfortantes hace que el cerebro libere dopamina y que nos sintamos bien. Pero como era de esperar, a este subidón le sigue un bajón.
Según un estudio de 2001, "comer, al igual que consumir drogas, es un comportamiento altamente adictivo que puede reforzar la sensación de placer y recompensa". Por lo tanto, dejarnos llevar por la gula puede ser una forma de alimentar la segregación de dopamina.
Los alimentos que consumimos cuando no tenemos hambre suelen ser ricos en grasa y azúcares. Por lo tanto, se los vincula a varias enfermedades como las cardiovasculares y la diabetes tipo 2.
Comer estos alimentos sin necesidad también hace que al cuerpo le cueste más digerirlos, lo que a su vez puede afectar a la absorción de nutrientes entre otros muchos otros procesos que pueden debilitar nuestras defensas.
Puede que no pienses demasiado en lo que comes antes de dormir, pero deberías saber que si optas por una pizza o un trozo de tarta es probable que tu descanso se vea comprometido.
Un estudio de la Universidad de Arizona realizado en 2018 descubrió que existe una relación entre el antojo de comida basura y la mala calidad del sueño. El 60% de los participantes que dormían mal solían picar antes de dormir.
Un estudio del International Journal of Eating Disorders realizado en 2012 descubrió que el consumo compulsivo de comida en mujeres "estaba fuertemente asociado con dormir mal o no dormir suficiente, con tener problemas para conciliar el sueño, con sentir modorra en el trabajo o en el tiempo libre o con sufrir interrupciones del sueño".
El azúcar y la grasa presentes en los alimentos que solemos consumir cuando comemos sin tener hambre pueden poner nuestra dieta patas arriba, ya que apenas tienen valor nutricional y, por lo tanto, no aportan nada.
Estos alimentos son básicamente "calorías vacías" que no contienen los micro y macronutrientes que nuestro cuerpo necesita. Por lo tanto, el cuerpo no los absorbe ni les da valor y, como resultado, puede producirse un déficit de nutrientes o una subida de peso.
Como decíamos antes, comer hace que el cerebro libere dopamina y que nos sintamos bien. A veces no solo buscamos esta sensación como recompensa, sino también como una distracción o mecanismo de defensa.
El hambre emocional es muy habitual y muchas personas comen tentempiés cuando están aburridas, ansiosas, estresadas o tristes (entre otras cosas).
Hay casos en los que comer sin tener hambre es necesario e incluso beneficioso. Este puede ser el caso de quienes padecen trastornos alimenticios y se "obligan" a sí mismos a comer. En estas circunstancias el hambre puede brillar por su ausencia, por lo que hay que comer sin las señales fisiológicas que normalmente avisarían al cerebro.
Nuestros cuerpos no son máquinas que podamos programar para comer en momentos específicos (aunque técnicamente seamos capaces de lograr algo parecido). Si, por ejemplo, no tienes hambre cuando haces una pausa en el trabajo pero ese es el único rato que vas a tener para comer hasta dentro de varias horas, puede que no sea mala idea hacerlo.
El jet lag también es una buena razón para comer sin hambre, ya que la idea es lograr que el cuerpo se adapte a la nueva zona horaria.
Fuentes: (Health Digest) (WebMD) (Scientific American) (Cleveland Clinic) (Spatz Medical) (Brigham and Women's Hospital) (Mayo Clinic) (American Psychological Association)
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Un estudio realizado por la Endocrine Society en 2017 descubrió que hacer la mayoría de comidas durante las seis u ocho primeras horas del día ayudaba a mantener los niveles de azúcar en sangre más estables.
A priori, comer sin apetito puede parecer algo completamente inofensivo. Al fin y al cabo, ¿quién no lo ha hecho alguna vez (o incluso todos los días)? Sin embargo, a continuación descubrirás que la gula puede tener efectos indeseados en el cuerpo. ¡Haz clic para seguir leyendo!
¿Qué pasa en tu cuerpo cuando comes sin hambre?
¿Quién no lo ha hecho alguna vez?
SALUD Comida
A priori, comer sin apetito puede parecer algo completamente inofensivo. Al fin y al cabo, ¿quién no lo ha hecho alguna vez (o incluso todos los días)? Sin embargo, a continuación descubrirás que la gula puede tener efectos indeseados en el cuerpo. ¡Haz clic para seguir leyendo!